Mi alma fué algo maravilloso, lo admito. Precioso, bello y
puro. Desgraciadamente los habitantes que pueblan la vida suelen cambiarte. En
este jardín las flores que podrían ser bellas y puras son destruidas por ser
ingenuas y buenas.
Lo que me pasó me cambio. El monstruo nació dentro de mí, se
aferró a mi ser y ya no se irá jamás. Me mantiene alerta, viva, hace que los
demás me miren con miedo, como un cuerdo mira a un loco al que no comprende, ¿O
será al reves?
No todo esta perdido. Poseo recuerdos y algo de lo que fuí.
Todavía queda esperanza, pero dudo mucho que vuelva a permitirlo. Nunca más.
Al principio creía que me haría bien ser otra yo. El espejo
revela algo oscuro dentro de mí. Algo que odio o me odia, no estoy segura. El
caso es que la ira arde en mí como el fuego del infierno. Como la resaca
revuelve el mar.
No busco ser una rosa bella, no busco ser nada especial,
salvo ser yo misma y que la ira desaparezca. Esa proeza que me consume cada día
que pasa.
Encadenar lo que no deseas es como quien encerró la miseria
en la caja de Pandora. Siempre te susurrá, te busca para que lo liberes. Te
permite sobrevivir pero acabas rompiendo más de la cuenta, acabas aplastando lo
único que amó tu antiguo ser.
No busco rescatar princesas, gobernar el mundo, ayudar a los
pobres, ser el salvador, ni el profeta, ni ser alguien que se limite a
sobrevivir, solo quiero hacer lo que me dicte mi alma que es mi destino. Hacer
para lo que estuve destinada al nacer. Aunque lamneto decir que perdí hace
mucho el mensaje donde me apunté lo que debía hacer.
Vago errante buscando la verdad, la seguridad y el
bienestar. Sobre quiero encontrar o esculpir la imperfecta perfección.
Así comenzó mi viaje a lo desconocido. Viajando entre lo
real y lo ficticio. Entre la vida y la muerte, entre la ilusión y la razón.
No quiero que el camino termine, pero no me atrevo a ir más
allá de la niebla que encierra lo que tengo delante, sin percatarme que ya he
recorrido mucho más camino del que quizá debí disfrutar más al recorrer.